En el 2014 fui por primera vez a una cita con un psicólogo, me molestaba con mucha facilidad por cualquier cosa. Mis terapias se basaban en sentarme en un mueble a respirar y calmar mi mente. Muy pocas personas sabían que estaba tratándome, así que completé mi tratamiento sin hablar mucho del tema, y seguí con mi vida.
En el 2018, cuatro años más tarde, me tocó regresar. Esta vez porque me sentía muy ansiosa y mis pensamientos me atormentaban. En esa ocasión me dirigí a un terapeuta distinto. Luego de algunas pruebas, me diagnosticaron ansiedad y una línea delgada de depresión. Entré en otro tratamiento donde tenía que realizar tareas, diarios, actividades agradables, ejercicios de respiración, aprendí a identificar mis pensamientos y las emociones que estos me generaban, entre otras cosas. Este proceso duró unos ochos meses, y hasta me dieron un diploma de graduación en mi última cita.
Todo estaba muy bien, me sentía cómoda conmigo misma y con las personas a mi alrededor, pero al finalizar el 2019 me pasaron algunas cosas que desencadenaron una decaída. El inicio del 2020 no fue fácil para nadie, yo tenía muchas clases, estaba muy cansada, y empecé a sufrir de insomnio. Mi estado de ánimo estaba en el suelo, y solo quería estar tirada. Ninguna actividad me alegraba. Sabía que no estaba bien, pero estaba en espera de mejorar. Eso no pasó. Un día salí con mi novio a una cita, película y cena, y mientras estábamos en el restaurante empecé a llorar sin razón. Solo porque sí. Me sentía horrible y quería que me pasara un camión por encima. Tenía pensamientos de muerte y no me gustaba. Al otro día, le escribí a mi psicóloga contándole lo que me pasó y pidiendo una cita de emergencia.
A los pocos días fui al consultorio, le conté cómo me había sentido durante esas semanas. Cuando le dije que tenía ideas de muerte, me refirió a un psiquiatra. Esa frase me heló. Siempre supe que mientras no me mandara al psiquiatra todo tenía solución, pero aquellas eran palabras mayores. Trató de tranquilizarme diciendo, "es sólo para prevenir, por las ideas de muerte…”. Y yo, “ah ok, es solo para prevenir”. Pero resulta que fui al psiquiatra y tuve que entrar en un proceso de tratamiento con pastillas. Aclaro, los psicólogos no tienen potestad para hacer indicaciones médicas, pero los psiquiatras sí. Cuando una situación requiere de medicación, significa que no sólo se resuelve con tareas y terapia, implica mayores gastos porque hay una descomposición química en el cerebro y hay que medicar.
Para mi doctor era muy importante que, además de la medicación, siguiera mi terapia con la psicóloga, y que alguien cercano supiera por lo que estaba pasando. En ese momento sólo llegué a contárselo a mi novio, mi mejor amiga y mi madre. Si ir al psicólogo es todo un proceso en el que la gente te ve raro, qué será si dices abiertamente que estás tomando pastillas para poder dormir, y hacer las cosas normales que quieres hacer día a día. Porque sí, tenía depresión. Estaba en la fase de pensamiento de muerte. Es decir que tenía pensamientos suicidas, aunque no tenía intenciones de llevarlos a cabo, es una alerta naranja de que algo no está bien en mi cabeza.
Los primeros meses fueron complicados, pero cuando logré dormir mejor, logré sentirme mejor. También, con el inicio de la cuarentena, todas las actividades que hacía y me estresaban, se detuvieron.
Me fui a casa de mis padres a pasar las vacaciones de la universidad, y el estar con mi madre, lejos de todo y con tiempo para ver series, dramas coreanos y leer, me ayudó mucho. Incluso empecé a hacer yoga en casa, dado que para mi ansiedad es necesario que realice ejercicios de manera constante. La actividad física me permite estar enfocada en lo que está pasando en el momento, a calmar mi cabeza y mis pensamientos. Además, coincidió con el tiempo en que adopté a una mascota, y el tener que cuidar de Lucy, mi perra, intervino de manera positiva en mi situación.
Ahora estoy bien, y soy capaz de contar mi experiencia sin vergüenza. Mi tratamiento tuvo una duración de seis meses aproximados para que tenga efecto, y de tres meses más para prevención. Las pastillas lograron calmarme, pero hacer terapia al mismo tiempo que seguía mi medicación, me devolvió la vida.
Photo: Pamabela
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The Mixta Team
Hace poco estábamos hablando sobre podcasts en la oficina, y no podía dejar de mencionar Revísate Please. Este grupo de amigas analizan y le buscan sentido a los temas que las rodean para "entender a la sociedad en que estamos viviendo y cómo podemos seguir siendo auténticas”. Los últimos episodios sobre la salud mental y el cáncer de mama son muy buenos.