Estoy sentada en una mesa. Está oscuro afuera y el restaurante tiene luces tenues. Los aperitivos han ido y venido. Las copas de vino se han multiplicado mucho más de lo planeado. Esto siempre pasa con ellas. Nuestras vidas desenredándose con una historia tras otra. Así es como le damos sentido a todo, aunque las personas que están justo al lado puedan escuchar.
Esta mesa, rodeada de mis amigas más cercanas, es mi lugar favorito en el mundo. La intimidad, las miradas, los secretos y las risas. Este es uno de los únicos momentos donde realmente puedo bajar la guardia. Dejar entrar a la gente. Y no a cualquier persona, a ellas.
Hay una naturaleza implacable en las buenas amistades entre mujeres. Es el tipo de amor que aparece incluso cuando no es invitado, cuando hasta duele, cuando nos ha hecho daño y cuando nosotrxs mismxs no nos sentimos dignxs de ese amor. Entre más tiempo pasa, más me doy cuenta de lo equivocada que estaba al buscar la validación de muchachos y hombres que nunca quisieron entenderme, a quien yo era realmente, en lugar de buscar refugio donde siempre me había sentido segura.
Debíamos tener 18 años. Estábamos sentadas en un carro frente a mi casa, la misma donde aún viven mis padres. Acababa de contarle a mi amiga lo que había sucedido más o menos dos años antes. Los gritos, el abuso, el menosprecio y el intercambio final que me convenció de dejar una relación.
"No tenía idea de que era tan terrible".
Sus ojos estaban fijos en la alfombra del carro y llenos de lágrimas. Una parte de mi dolor se había transferido a sus hombros. A sus ojos llorosos. El peso que había estado cargando profundamente en mi espalda se sintió más liviano. El mismo se había convertido en algo que compartía con otra persona, sin importar lo doloroso que fuera.
Las mujeres de mi vida no encajan perfectamente como un rompecabezas. No vienen del mismo lugar ni comparten la misma historia, pero juntas crean una base que, estoy convencida, es la razón por la que estoy donde estoy hoy. Su amistad es el tipo de amor más alegre, implacable y compasivo que tengo en mi vida.
No es mi mamá. No es mi pareja. No es mi familia. Son ellas. Siempre han sido ellas.
Estas son personas que no estás obligadx a tener en tu vida cuando las cosas se ponen feas, estas son las que eliges. Un pacto que se hace pocas veces en la vida. El amor romántico es frágil e inestable en comparación con este. Estas amistades evolucionan contigo. Crecen contigo. Te ponen los pies en la tierra, te recuerdan quién eres y te empujan cuando lo necesitas. Es esa capacidad de ser aceptada y amada por todo lo que eres lo que todavía me pone la piel de gallina.
Nunca habrá suficientes mensajes, invitaciones, fiestas de cumpleaños, funerales, trabajos, lágrimas, abrazos o desacuerdos. Nunca habrá tiempo suficiente para explorar completamente las profundidades de las amistades entre mujeres, porque justo cuando piensas que no hay nada más que dar o recibir, las buenas demuestran que estás equivocada. Cree en lo que quieras, pero yo rezo para que nunca me toque vivir una vida en la que este amor no exista.
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