Green Colored Nostalgia

Una Nostalgia Pintada de Verde

By Carmen Rita Candelario 

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The truth is this nostalgia caught me entirely by surprise.

More than five years have passed since I eagerly jumped on a plane on what I always knew would be the ride of my life, moving to New York. And yet, I didn’t see this kind of nostalgia coming as I drove around my hometown. This was the first time I had returned to the island a for a full week in a long time, so I guess memories had enough time to creep back up and remind both of who I am, and who I was.

As I drove through the streets I know like the back of my hand, the sounds and the familiar faces speaking the language I love made me feel like I hadn’t in awhile - I was home. I didn’t leave Dominican Republic because I didn’t believe in my country, I left because moving to New York offered me opportunities the island couldn’t at the time: To start all over and to dream bigger.

Although, I guess what people don’t often talk about is the insanely high price of moving away. Not monetarily or in effort, but on time and life. Once you leave you will never be part of the lives of the people you love that stayed. It doesn’t matter how much you call or how informed they are, you are not close. Every day and year apart is time you’ll never get back and stories you won’t get to tell, because they don’t belong to you anymore, and even though I have already written about my parallel lives, the one that exists in the island and the one that exists in New York, it hurts to see them so clearly.

The grief from lives and love stories lost that remain, waiting to remind me how profound they are as soon as I let them. The time with my parents, the only people I truly have in this world, that I’ll never get back. The food and the smells that, even going often to St. Nicholas street, are too far from each other. The people I loved so dearly and our stories together that can’t ever be replicated nor replaced.

The truth is I didn’t see this nostalgia coming, painted in green like the mountains I saw when we reached land from New York, but I welcomed it. The struggle of finding myself both here and there makes me exactly the human I want to be, and although it is often times painful to navigate both worlds and realities while understanding we’ve only got one life, I will never be able to thank the universe enough for this experience.

 

La verdad es que esta nostalgia me tomó por sorpresa.

Más de cinco años han pasado desde que aquel día en el emocionada comencé una aventura que sabía sería una de las importantes en mi vida, mudarme a Nueva York, y aún así no pude anticipar la nostalgia que me invadió mientras manejaba en la ciudad que me vió crecer. Esta era la primera vez en mucho tiempo que volvía a la isla por una semana completa, así que creo que le dí suficiente tiempo a mis recuerdos para volver y recordarme quién soy y quién era.

Manejando por las calles que conozco como la palma de mi mano, los sonidos y las caras familiares hablando el idioma que amo me hicieron sentir como no me sentía hace mucho tiempo. Estaba en casa. No me fuí de la República Dominicana porque no creía en mi país, me fuí porque Nueva York me ofrecía oportunidades que la isla no podía en ese momento: Comenzar desde cero y soñar en grande.

Sin embargo, creo que algo que la gente pocas veces habla es el precio tan elevado que tiene mudarse lejos. No monetariamente ni en esfuerzo, sino en tiempo y vida. Una vez te vas nunca serás parte de las vidas de los que se quedaron. No importa cuanto llames o qué tan informadx estés, no estás cerca. Cada día que pasa es tiempo que no vuelve nunca, e historias que no podrás contar porque ya no te pertenecen. Y aunque ya he escrito acerca de mis vidas paralelas, la que existe en la isla y la que existe en Nueva York, duele mucho verlas tan claramente.

El duelo que siento por las vidas e historias de amor que se quedaron allí, esperando pacientemente para recordarme lo profundas que son tan pronto se lo permita. El tiempo con mis padres, las únicas personas que de verdad tengo en esta vida, que nunca voy a poder recuperar. La comida y los olores que no importa cuantas veces vaya a la calle San Nicolás están muy lejos los unos de los otros. La gente que amé con todo mi corazón y nuestras historias que nunca podrán ser replicadas o reemplazadas.

La verdad es que no ví esta nostalgia venir, pintada de verde como las montañas que ví desde que tocamos tierra volando desde Nueva York, pero la recibí con brazos abiertos. La lucha de encontrarme tanto aquí como allá me hace exactamente el ser humano que quiero ser, y aunque a veces es difícil navegar los dos mundos y realidades mientras entiendo que solo tengo una vida, nunca podré agradecerle al universo lo suficiente por esta experiencia.