That One Thing
Ese 'Algo.'
By Lea Espinal
Guest post by Lea Espinal
I have my parents to thank for the array of experiences I’ve been exposed to. Thanks to them, I got to study at a school where I was encouraged to think critically and read all the books, where I was first exposed to software development, and where I first developed a love for the English language. They supported me when I was one of the only two girls in basketball class –where I confirmed that maybe sports just weren’t my thing– and they also bought me a guitar and a flute and drove me to singing lessons. The point I’m trying to make is that, ever since I was a little girl, I’ve had this strong desire to try a little bit of everything, which led me to rarely commit to anything. This didn’t seem like much of a problem, until I got to senior year.
At only 17 or 18 years old I, like all my classmates, was expected to be ready to decide and choose what I wanted to study in college –because I was obviously going to college- for it to turn into what I’d be possibly doing the rest of my life. Some classmates wanted to be doctors, businessmen, or work in marketing; A few of them even knew they wanted to be artists, but after all these years of jumping from one thing to another, I still hadn’t bumped into it, my passion, my thing. I won a scholarship to study in the US, but I was so paralyzed that I declined it. I couldn’t take the pressure of taking such a big opportunity and wasting it “on the wrong choice”, because I hadn’t found it. Now that I write about it, I can see why I was terrified. Back then, I even said I wanted to be a graphic designer on our yearbook, just to fill the empty lines. Then I went on to graduate from high school and study psychology in college.
I continued to try different things, like learning Italian and getting into Zumba, but before even starting college, I got certified as an ESL teacher. I had always loved learning, and was good at the English language, so I thought, why not take a chance to learn as I taught my students, some of whom were sometimes even older than me. I taught English for four years, while I finished my career, and then for six more months after graduation, as I worked part time as a junior consultant at a Human Resources firm. I was fortunate enough to have found a job in the area before I graduated, and was part of a team I really liked and could learn from so, who knows, maybe that was it.
Until it wasn’t.
I was at the consulting firm when I got a call from a friend, telling me about a position that had just opened where she worked, a software development company. I didn’t know much coding, other than the basics I learned many years ago in highschool, but I went to that interview anyway. It turns out the CEO didn’t even read my resume, he just asked me what I was into, and I said “I like reading and taking pictures, I studied psychology, but I work as an English teacher.” As I finished that sentence, I kind of thought I blew it. After all, weren’t we supposed to choose one thing? What did teaching, taking pictures and reading Freud have to do with a software development company? I’m still not sure about the answer, but I know he saw something in me that I didn’t see myself then, because I got the job.
I’ve been working here for more than a year now, and I’ve gone through so many roles in the organization that it’s not even funny. I’ve met all kinds of interesting people, and i’ve been involved in many fascinating projects. It can be stressful sometimes, but I’ve made my peace with not being stuck in just one thing. Once again, I have this strong desire to be part of all the initiatives and do a little bit of everything. Only this time, instead of being anxious, I am happier than ever.
Para empezar, debo agradecer a mis padres por la gran cantidad de experiencias a las que he sido expuesta. Gracias a ellos tuve la oportunidad de estudiar en un colegio donde me alentaron a pensar de forma crítica y a leer todos los libros que pudiera, donde tuve mi primer acercamiento a lo que es desarrollo de software, y donde por primera vez me enamoré del idioma inglés. Mis padres me apoyaron cuando fui una de las dos chicas en la clase de baloncesto –donde me di cuenta que los deportes no eran lo mío- y me compraron una flauta y una guitarra y me llevaron a clases de canto. Lo que quiero dar a entender es que, desde niña, he tenido muchas ganas de probar un poco de cada cosa, lo que me llevaba a terminar casi nada. Esto no representó un problema, hasta que llegué al último año del bachillerato.
Con tan solo 17 o 18 años yo, como el resto de mis compañeros de clase, estaba supuesta a estar lista para decidir lo que estudiaría en la universidad –porque claro que iría a la universidad- para luego trabajar en eso por el resto de mi vida. Algunos de mis compañeros querían ser médicos, negociantes o trabajar en mercadeo. Algunos incluso ya sabían que querían ser músicos. Pero luego de tantos años de probar tantas cosas distintas, todavía no me había topado con eso, con mi pasión. Me gané una beca para estudiar en EEUU, pero estaba tan paralizada que la rechacé. No podía arriesgarme a tomar una oportunidad tan grande y desperdiciarla “en algo que no valía la pena”. En aquel entonces escribí en el anuario que quería ser diseñadora gráfica, solo para rellenar esas líneas en blanco. Entonces me gradué del colegio y me inscribí en psicología en la universidad.
En todo ese tiempo, continué probando diferentes cosas, como aprender italiano o meterme a bailar Zumba, y me certifiqué como profesora de Inglés como Segundo Idioma incluso antes de iniciar la carrera. Siempre me ha encantado aprender, y soy muy buena en el idioma, así que aproveché la oportunidad de aprender de mis estudiantes, algunos incluso mayores que yo. Enseñé inglés por cuatro años, mientras terminaba la carrera, y por seis meses más luego de graduarme, a la vez que trabajaba como consultora junior en una firma de consultoría de Recursos Humanos. Tuve la suerte de conseguir un trabajo en el área desde antes de graduarme y ser parte de un equipo dentro del cual podía crecer mucho, así que quién sabe, quizá eso era lo mío.
Hasta que dejó de serlo.
Estaba en la oficina cuando recibí una llamada de una querida amiga, para contarme sobre una posición que se acababa de abrir en la compañía donde trabajaba, una empresa de desarrollo de software. No sé mucho de programación, fuera de lo básico que aprendí en el colegio, pero fui a la entrevista de todos modos. Resulta que el CEO ni siquiera leyó mi curriculum. Solo me preguntó que qué me gustaba hacer, y contesté “me gusta leer y tomar fotos. Estudié psicología y trabajo enseñando inglés.” Tan pronto terminé la oración pensé que quizá había metido la pata. Se supone que tenía que elegir una sola cosa, ¿no? ¿Qué tiene que ver enseñar, tirar fotos y leer Freud con una empresa de desarrollo de software? Aún no estoy segura de la respuesta, pero algo vieron en mí que yo no podía ver por mí misma en aquel entonces, porque me dieron el trabajo.
Ya tengo más de un año trabajando aquí, y he pasado por tantos roles que ni siquiera tiene gracia contarlo. He conocido gente interesantísima, y he formado parte de proyectos fascinantes. Puede ser algo estresante, pero ya me acostumbré a no estar dedicada totalmente a una sola área. Nuevamente, tengo esas ganas de participar en todos los proyectos, de ser parte de todas las iniciativas, y de no encasillarme en una sola cosa. Solo que esta vez, en vez de sentirme ansiosa, estoy más feliz que nunca.
Lea is a psychology graduate living in Santiago, Dominican Republic. She has served as an editor for hola, rita. for over a year and is now also sharing her knowledge and experience as a working woman in the Dominican Republic. / Lea está graduada psicología y vive actualmente en Santiago, República Dominicana. Lea ha servido como editora de hola, rita. por más de un año y ahora se une al equipo de contribuidoras para contar un poco de su experiencia como mujer en la isla.