Her and The Sum of All Parts

Ella y La Suma de Todas Las Partes

By María Teresa Cruz 

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Rainy Sunday afternoons are perfect for silent contemplation. Today, thoughts swirl around my restless head and invite me to take a good look at myself. I take the bait and soon enough, I start thinking about the events leading up to this singular moment, the people I’ve met and the countless ways in which they have shaped and molded me into this current form. “I’m beginning to resemble something promising, yet there’s still more work to be done” – I tell myself. It is humbling to remember that while I stand on my own as a ‘singular narrative,’ as Sachs called it, my story would be relatively uninteresting without a good supporting cast.

My Papá Antonio, a man with kind, blue eyes and a stubborn streak, affirmed my value as a woman when he left the campo behind in pursuit of a better life for his family. “My daughters won’t waste their life away here just to suffer at the whims of a man” – he told them, and so he went off to the capital with my Mamá ‘Teria, my mother, and her brothers and sisters in tow. To say it wasn’t easy would be an understatement, but as is true with my family, we work hard and we make it work.

Being her father’s daughter after all, my mother was unflinching in her expectations and she wouldn’t settle for anything less than what she felt was right. She was thirty years old when she married my father, and pregnant with me by the time she earned her college degree. From her, amongst many other things, I’ve learned that I have the power to define myself on my own terms and create the life I want to live: one that is authentic and fulfilling, regardless of my relationship status or any of the other metrics with which we measure our success.

My father, on the other hand, grew up in another remote campo in Santiago Rodríguez with my Mamá Rosa and Papá Milo. Mamá Rosa was a remarkable woman with an entrepreneurial spirit and a talent for working with her hands, which my father gladly inherited. She made empanadas, roquetes, buñuelos and so many other delectable treats in her kitchen, and she taught my father and his brothers to do the same. “Men have to learn how to clean and cook just as women do” - she always reminded them. My father grew up doing all of these things, and when it was time to leave home for a better life in the big city, he was ready to take care of himself. Thanks to them I have learned that traditional gender norms are far too limiting to reflect the richness of our lived experiences, and that I shouldn’t be afraid to openly defy them.

As fate would have it, my mother and father crossed paths one day in Santo Domingo and married eleven months after they began dating. For me, their marriage has been a true testament to partnership and shared responsibility. From routine trips to the laundromat together to wash their clothes at the beginning of their marriage to sharing in the responsibilities of what once was the family business, they have shown me time and time again that above all, marriage is a partnership built on respect, honesty, teamwork and commitment. It set the bar high and just like my mother before me, I knew that if the time ever came I wasn’t going to settle for anything less.

The truth is that while I am my own person, I am also the sum of all of these parts. I am Papá Antonio’s stubborn resolve, my mother’s unapologetic authenticity, Mamá Rosa’s vision and my father’s rebelliousness. I am the product of their struggle and a part of their legacy. I see myself reflected, and although unconventional by some standards, this has always been home to me.
 

Las tardes de domingo lluviosas son perfectas para contemplar en silencio. Hoy, los pensamientos dan vueltas por mi cabeza inquieta y me invitan a mirarme en el espejo. Tomo el anzuelo y pronto empiezo a pensar sobre los eventos que me han llevado a este momento en específico, las personas que he conocido y las innumerables maneras en que me han moldeado para convertirme en quien ahora soy. “Estoy empezando a vislumbrar algo prometedor, pero todavía queda mucho por hacer” – me digo a mí misma. Llena de humildad el recordar que aunque soy mi propia ‘narrativa singular,’ como Sachs lo llamó, mi historia sería relativamente aburrida sin un buen reparto secundario.

Mi Papá Antonio, un hombre con ojos azules amables y una vena de terquedad, afirmó mi valor como mujer cuando salió del campo en búsqueda de una mejor vida para su familia. “Mis hijas no van a desperdiciar sus vidas aquí para sufrir a manos de un hombre” – les dijo, y así se fue para la capital acompañado de mi Mamá ‘Teria, mi madre, y sus hermanos y hermanas. Decir que no fue fácil sería una subestimación, pero como es el caso con mi familia, trabajamos mucho y resolvemos con lo que tenemos.

Como hija de su padre al fin y al cabo, mi madre fue inquebrantable en cuanto a sus expectativas, y no iba a aceptar menos de lo que ella sentía era correcto. Tenía treinta años cuando se casó con mi padre, y ya estaba embarazada conmigo al graduarse de la universidad. De ella he aprendido, entre muchas cosas, que tengo el poder de definirme bajo mis propios términos y crear la vida que yo quiero vivir: una que sea auténtica y gratificante, independientemente de mi estado civil o cualquiera de las otras medidas con las que solemos evaluar nuestro éxito.

Mi padre, por otro lado, creció en otro campo remoto de Santiago Rodríguez con mi Mamá Rosa y mi Papá Milo. Mamá Rosa fue una mujer maravillosa con un espíritu emprendedor y un talento para trabajar con sus manos, los cuales mi padre felizmente heredó. Ella hacía empanadas, roquetes, buñuelos y tantas otras delicias en su cocina, y le enseñó a mi padre y a sus hermanos a hacer lo mismo. “Los hombres tienen que aprender a limpiar y a cocinar así como las mujeres” - ella les recordaba. Mi padre creció haciendo todas estas cosas, y cuando llegó la hora de irse de casa para encontrar mejor vida en la gran ciudad, él estaba preparado para cuidar de sí mismo. Gracias a ellos he aprendido que las normas de género tradicionales son demasiado limitantes como para reflejar la riqueza de nuestras experiencias vividas, y que no debería tener miedo de desafiarlas abiertamente.

Por cosas del destino, mi madre y mi padre se cruzaron un día en Santo Domingo y se casaron once meses después de iniciar su noviazgo. Para mí, su matrimonio ha sido un testamento a la colaboración y la responsabilidad compartida. Desde los viajes rutinarios a la lavandería para lavar la ropa juntos a inicios de su matrimonio hasta compartir las responsabilidades de lo que solía ser el negocio familiar, ellos me han demostrado una y otra vez que por encima de todo, el matrimonio es una unión construida sobre el respeto, la honestidad, el trabajo en equipo y el compromiso. El listón se puso bien alto y así como mi madre en su juventud, yo sabía que si se presentaba el momento no iba a conformarme con menos.

Lo cierto es que aunque sí soy mi propia persona, también soy la suma de todas estas partes. Yo soy la terca determinación de mi Papá Antonio, la autenticidad sin remordimientos de mi madre, la visión de mi Mamá Rosa y la rebeldía de mi padre. Yo soy el producto de su lucha y parte de su legado. Me veo reflejada en ellos, y aunque poco convencional según algunos estándares, éste siempre ha sido un hogar para mí.

María studied psychology in college and currently works as an academic adviser in Santiago, Dominican Republic. When she's not telling people about study opportunities abroad, she enjoys sharing her writing through her own blog / María estudió Psicología en la universidad y actualmente trabaja como asesora académica en Santiago, República Dominicana. Cuando no está contándole a otras personas sobre las oportunidades de estudio fuera del país, disfruta compartir sus escritos en su propio blog.